Colaboraciones de Mariana Dimópulos

Mariana Dimópulos es traductora del inglés y del alemán, tanto de ficción como de filosofía. Colabora ocasionalmente en la prensa. Publicó las novelas Anís (Entropía, 2008) y Cada despedida (Adriana Hidalgo, 2010). ¿Relación con la literatura de Estados Unidos y Canadá? Una vieja e intensa relación con Faulkner, con Flannery O'Connor, y yendo más atrás, con Melville. Una más vaga relación con los autores de la segunda mitad del siglo XX. Una siempre presente relación con la lengua inglesa, de admiración, de sorpresa, de exasperación a veces, pero muy pocas.

LOS GRANDES ÁRBOLES. Un relato sobre Juno.

Publicado el 19 de noviembre de 2013 por Paul Scheerbart, Joel Morris y Mariana Dimópulos en Ficción, Tiempo recobrado, Tongue Ties.

Paul Scheerbart 
traducción de Mariana Dimópulos

Los grandes árboles iban sacudiendo cada vez más fuerte en el aire sus largas ramas, sin poder calmarse de ningún modo; querían saber a cualquier precio lo que habían sido en otros tiempos, cuando aún no tenían esos brazos de ramas.

El asteroide Juno era un disco grueso y redondo –tenía el aspecto de una gran torta terrestre; el diámetro de esta torta no llegaba siquiera a los doscientos kilómetros, el grueso era a lo sumo de cinco– pero así de grueso era sólo en el centro, hacia los bordes se iba haciendo cada vez más delgado.

Juno estaba habitado únicamente por seres arbóreos enormes, cuyas raíces se entrelazaban en el medio de la estrella. Y estos árboles se alzaban muy alto hacia el éter –en el centro casi cien kilómetros hacia arriba– tanto … Leer más »



Las madres de Gustave Flaubert, Marcel Proust y Jorge Luis Borges se encuentran en el cielo

Publicado el 03 de julio de 2013 por Mary Gordon y Mariana Dimópulos en Ficción.

Mary Gordon
traducción de Mariana Dimópulos

Un ángel con túnica dorada escolta a la última de las tres mujeres, de cierta edad, a una sala bien amoblada. Está iluminada con delicadeza, hay cuencos de flores sin aroma, de color crema, sobre mesas de un lustre admirable. Acomodadas de modo tal que toda conversación resulte de lo más provechosa, hay tres sillas tapizadas, forradas en una seda color limón. Dos de esas sillas ya están ocupadas; en una hay una mujer robusta, con un moño del color del hierro en la punta de la cabeza, las manos recogidas discretamente sobre el regazo. Su expresión es de complacencia; sería un error decir que sonríe. La mujer en la silla de enfrente tiene el cabello atado en un nudo sobre la nuca; unas hebras de gris se destacan de su rodete, pero son … Leer más »






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