Edipo [buenos aires]
Milton Läufer
Sí, Edipo es una librería fea. Sin embargo, el rasgo que la hace todavía más notable, por paradójico que suene, es su invisibilidad. Porque sorprende que, habiendo sido fundada hace más de treinta años en uno de los tramos más importantes de la avenida Corrientes y tras pervivir al surgimiento y muerte de algunos colosos del gremio en su vecindad, pocos la conozcan. La razón es, creo, que Edipo se diluye visualmente entre decenas de colegas menores de la zona, en las cuales se desprecia el estante y los libros son desdeñosamente arrojados en mesas inestables a lo largo del espacio de los locales; en estas librerías predomina la novela best-seller, el libro de autoayuda y algunos clásicos en ediciones de dudosa legalidad. Son librerías que escapan al campo visual del fetichista del libro, herido al ver al objeto de su afecto convertido en fast-food. El camuflaje de Edipo como una de ellas no es más que su modo de supervivencia y, como todo placer esotérico, la experiencia verdadera exige cierto carácter temerario: luego de una serie de estas mesas refractarias, se accede a un sector más amigable, donde podemos encontrar la tranquilidad de ediciones de Anagrama, Tusquets o Alfaguara de autores más o menos tanto respetables como contemporáneos. Pero el verdadero Edipo empieza recién ahí. La sección de usados, al fondo del local y distribuida en columnas de estantes que generan un par de pasillos, es realmente exquisita: rige el orden y el ejemplar cuidado, los precios son razonables; no es infrecuente hallar una primera edición. Quizás estemos hablando de la única librería de usados que mantiene el espíritu que tornaba clásicas a esas cuadras de Corrientes (en una de las cuales Eco dice haber encontrado el manuscrito de El nombre de la rosa, en su prólogo).
Otras dos particularidades completan las razones de mi amor por esta librería: la primera es Oscar, un personaje que nació canoso, flaco y agradable. Todas, absolutamente todas las veces que fui, estaba ahí (el dato de que yo viví en esa cuadra explica más mi sorpresa). Los años y otros empleados, cada vez más inexpertos, se sucedieron. Pero Oscar nunca se ausentó ni envejeció. Es de esos libreros que recuerdan de memoria dónde y cuántos ejemplares tienen de cada volumen, como si la compañía constante de los libros lo hubiera convertido a él en uno. La segunda particularidad es el mantenimiento parcial de una vieja costumbre en algunas librerías de Corrientes: si bien ya no está abierta las 24 horas, como sí lo estaba hasta el comienzo de la década del ’90, Edipo cierra a las cuatro de la mañana. Es la librería que conozco que más tarde cierra. Este detalle me ha hecho quedar bien más de una vez, comprando un regalo a las 2am antes de ir a un cumpleaños. A esto se le suma que no cierra ningún día del año. Ni navidad ni año nuevo, ni el día del librero ni el 1ro de mayo. La conjunción de estas tenacidades me produce un placer particular, dado lo que sugiere: que los libros son de la clase de cosas que pueden suscitar urgencias tan impostergables como las de los medicamentos.
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Librería Edipo – Avenida Corrientes 1686 – Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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