Suficientemente bien para Jesús

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Russell Scott Valentino
traducción de Belén Agustina Sánchez

“Si el idioma inglés estaba lo suficientemente bien para Jesús,
está lo suficientemente bien para mí.”

—“Ma” Ferguson, gobernadora de Texas
(apócrifo)

Él no quiere decir algo equivocado. ¿Quién sabe qué podría llegar a pasar si lo hiciera? Todo el mundo está tan tenso, tan molesto todo el tiempo, a pesar de los días festivos. El calor, probablemente. Despertar a Pretor tan temprano no fue una buena idea. Esta es sólo la segunda vez que tiene permitido entrar, aún con todos sus años de servicio. Está más fresco acá y ni de lejos tan polvoriento, pero Pretor no está contento. Su migraña, por supuesto.

“¿Qué es lo que dijo?”, pregunta Pretor, y el intérprete repite la palabra “rey”, aunque después dice “o senescal” porque la palabra que empleó el acusado no parece significar “rey” en absoluto, no en la manera en que usualmente se utiliza, aunque “senescal” no le parece la indicada tampoco. Podría ser algo más parecido a “príncipe” en algunas instancias, pero tal vez es un matiz que Pretor no apreciará, así que omite lo último. Matices como este, aprendió, son usualmente innecesarios, en especial cuando la gente está esperando.

“Bueno, ¿qué es?” pregunta Pretor, y ahora Pretor está enojado, “¿rey o senescal?”

Comienza a traducir la pregunta de Pretor, en parte para darse a sí mismo tiempo para pensar, pero Pretor lo detiene. “¡No tenés que tener una conversación con el acusado para traducirme lo que dijo! Hablá conmigo, no con él. ¿Qué es lo que dice, rey o senescal?”

Mira a Pretor, luego al acusado, luego de nuevo a Pretor. Es claro que Pretor quiere una palabra, no un tratado. Recorre mentalmente el resto de lo que dijo el acusado lo más rápido que puede, a fin de tomar la decisión correcta. La política de la realeza le resulta irritante y parece estar interfiriendo de alguna manera. ¿Senescal de otro reino? ¿Rey de otra comunidad? ¿Jefe del dominio del espíritu? ¡Ah!, eso suena feo. Pero “no de este mundo” no está mal, aún si el significado es oscuro. Por un segundo se pregunta sobre la palabra “polis” como una posibilidad -la ciudad como el mundo, el mundo como la ciudad, la ciudad del mundo o cosmópolis, como en las enseñanzas de Crisipo, y tal vez eso es lo que el acusado quiere decir, después de todo, quizás ha viajado por esas partes y entiende estas enseñanzas- pero no hay tiempo para analizar todo con detalle. Un rey sin un reino no parece demasiado amenazador. Quizás Pretor se enoje menos con eso.

“Rey… creo,” dice, e inmediatamente el Pretor golpea su hombro con el bastón de madera que lleva a todas partes, y el anciano baja su cabeza, conteniendo las lágrimas.

“Así que rey, entonces”, dice Pretor, sonriendo con dureza.

El intérprete levanta su cabeza, hace contacto visual con el acusado pero no puede leer su expresión.

Pretor mira al intérprete de soslayo y agrega “Creés”. Su voz es ahora un siseo, y el viejo se da cuenta de que deberá decir algo definitivo.

“Rey,” dice con toda la seguridad que puede, y da un vistazo una vez más al acusado, quien asiente con la cabeza casi imperceptiblemente y murmura, en arameo, “Bien. Suficientemente bien.”

“Ya veo”, dice Pretor, pidiendo en voz alta por los sacerdotes.

Luego de esto el intérprete empieza a sentirse acalorado. No acalorado por el clima. Está en sus orejas y cuello, luego en su pecho, estómago e ingle, una desfallecedora ola de vergüenza y pánico. Sus piernas empiezan a temblar, y casi tropieza hacia atrás. ¿Dijo algo equivocado? ¿Encontró la palabra equivocada? No pudo imaginar otra en el breve período de segundos que tenía para trabajar. Hizo lo mejor que pudo. Escuchó, trató de entender, y tomó su decisión. ¡Ah! ¡Si tan sólo pudiera explicar! Esta palabra, como todas las palabras, era como la otra, pero no era la otra. Ni Pretor ni nadie más vería que él no estaba brindando un equivalente; él estaba pintando un nuevo cuadro con pinturas cuyas tonalidades la lengua fuente podría o no tener. ¿Y si no entendió muy correctamente? ¿Y si hay una tonalidad en la fuente que nunca escuchó o vio antes? ¿Algo de la infancia del acusado, o de su vida en comunidad en un pueblo en el que él nunca estuvo, o un prefijo balbuceado como pseudo o semi o cuasi, o un sufijo tragado entero que convertía un positivo en un negativo o un negativo en un positivo? ¿Y si extrapoló demasiado en base a su propio entendimiento insignificante de ese tipo de cosas y del mundo? Él no es ningún experto, no en este tipo de conversación, o en nada realmente. Sólo conoce palabras. Imperfectas pero precisas, y tan poderosas. ¿Y si las palabras que usó fueron dañinas de alguna forma que no podía saber ahora?

Siente otra ola de calor en sus orejas y debilidad en sus piernas, y mira rápidamente alrededor de la habitación para ver qué está sucediendo con todo el ruido en el patio. Mientras sus ojos, inundados de lágrimas, pasan sobre el acusado una vez más, el hombre más joven habla de nuevo, por lo bajo, para que sólo él pueda escuchar, y las palabras, amables como son, hacen que el viejo intérprete quiera llorar aún más.

“No te preocupes”, susurra el acusado. “Nadie va a recordar tu presencia aquí de todas maneras.”

* *

Imagen via el Rijksmuseum van Oudheden, propuesta por Ellen Elias-Bursac 

RussellRussell Scott Valentino es un investigador, traductor, editor y autor con base en Bloomington, Indiana. Es fanático de la literatura argentina desde hace mucho tiempo y en particular se ha sentido inspirado por el puntilloso traductor Pierre Menard, de Borges, cuyo trabajo de toda una vida sobre el Quijote le hizo pensar ¡ey, yo también puedo hacer eso! Actualmente es profesor y director del Departamento de Lenguas y Literaturas Eslavas en la Universidad de Indiana, y sueña con completar más o menos una docena de traducciones a lo Pierre Menard.
SánchezBelén Agustina Sánchez estudió Letras en la UBA, es baterista y periodista de rock. Colabora en publicaciones independientes sobre cultura joven con traducciones, reseñas de recitales, libros y discos, y ha entrevistado, entre otros, a su banda alemana favorita Die Toten Hosen. Es aficionada a los videojuegos. Desde niña Robert Lawrence Stine era infaltable en la lista de pedidos a Papá Noel, junto Stephen King; una edición misteriosa de Un cuarto propio de Virginia Woolf la acompaña desde adolescente. Estudia alemán y sánscrito.


Publicado el 06 de agosto de 2013 en Ficción.



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